Un eco hacia la salida

 Un eco hacia la salida

En otras ocasiones he ido hablando del fracaso escolar, frente al éxito. Me gustaría plantear si esto tiene que ver con una cuestión académica del alumno o del profesorado, o si esto no más es que el marco donde se encuentra la espina de la cuestión. La LOE tuvo una gran repercusión por la autonomía que dejaba abierta al profesorado, así como un refuerzo al equipo docente, implícito en la decimotercera función del profesorado. Pero le dio demasiada importancia a los temas burocráticos que debían mejorar las competencias del alumnado, en vez de hacer del profesorado un verdadero educador que dé esas competencias y tenga un método pedagógico.

Precisamente, paideia significa educación y suponía la incorporación de los conocimientos de sofía o ciencia (en latín) para transmitirlos. Es decir, llevar lo aprendido por el proceso de vida al resto, tiene que ver con el amor platónico —no el que entendemos hoy, romántico, fundamentado en el dantesco— y era el que se alcanzaba a través de esta paideia. De ahí el sentido de la filosofía —y el aprendizaje del amor, que supone autoconocimiento y conocimiento de los demás—. Era todo un proceso completo, total, holístico que no concuerda con la hiperespecialización industrial, necesaria para un mundo basado en la división del trabajo. Por eso desde mis planteamientos es necesaria una educación filosófica mínima. Uno de los problemas que planteaba el Libro Blanco de la profesión docente (2015, J. Marina y otros) era la cuestión de esta decimotercera función en un entorno multidisciplinario, como debería ser la Universidad. Es el Todo de los conocimientos. Ese humano completo.

de Rafael Sanzio en la Escuela de Atenas

Quizás porque la Historia se fundamenta en el conocimiento del pasado —en teoría, humano y de sus sociedades, no nos metemos en la Big History—, y como defendía L. Febvre en sus Combates por la Historia, no entendería un análisis de la realidad sin ese conocimiento científico y filosófico completo; es decir, fundamentado en la verdadera formación humanística. Empero, la complejidad humana obliga a la especialización, y es que el conocimiento ocupa lugar, no tanto en el espacio cerebral, sino en el temporal de nuestras vidas. Por eso, para conocer el presente necesitamos al pasado y todos los saberes y realidades de muy distinto tipo. Un historiador está limitado a unas pocas vertientes humanas por formación académica. No somos más que unos rebuscadores de heridas encontradas en cunetas o Archivos, como nos diría algún político. Hemos olvidado el hoy por el ayer. Es por eso que me planteo la cuestión de la Historia como preguntas del hoy sobre el ayer. Ahí tenemos un debate completo en el que podemos recuperar esa raíz de un conocimiento completo de esa filosofía griega, sin caer en ser el centro del mundo y no tener más el peso del pasado que lo que en realidad, es el peso de la realidad y el presente.

Digo esto porque la Historia se la puede enfocar desde gran cantidad de perspectivas que mi formación no me permite: Historia de la Ciencia que un graduado en ciencias naturales podría tener, una Historia de la Música o la Literatura que tendrían graduados de filologías, literaturas, musicólogos o historiadores de la música, o una Historia de la Filosofía que está en la asignatura de Filosofía y es la base de cualquier comprensión de una época histórica… Esto lo hilo porque para hacer de esa enseñanza multidisciplinaria y conjunta tendríamos que empezar a cuestionar cómo podríamos hacerlo. Si damos aspectos de Economía, es imposible no asociarlos a las asignaturas que se dan en Bachillerato en la especialización de Ciencias Sociales. Si hablamos Grecia y Roma, el latín y el griego. Estas filologías convertidas en fósiles debido a la practicidad de la filología inglesa, nos da cuenta del valor de lo inmediato y no de lo necesario que es el a largo plazo que da la reflexión y, ergo, la filosofía.

Pero claro, no todo son conocimientos. Me refiero al menos, a conocimientos científico. Parte de la educación está en las emociones y en las conductas, en las reflexiones de hábitos de vida, en la ética, etc. Y eso está en la sociabilización de los alumnos. El haber vivido como ser humano nos hace mejores para encarar la vida de los estudiantes, con una herramienta básica: la empatía. Precisamente, el TEA no impide tener empatía per se, sino impide comunicarse, no alcanza a entender el lenguaje no verbal, a hacer las conexiones que realizamos intelectualmente con lo instintivo y cotidiano —debido en parte a las neuronas espejo, fundamentales en el aprendizaje social—… Si no conseguimos empatizar y llegar a los demás, nos encerrará. Hay una metáfora inmensamente valiosa para la explicación del autismo: la Torre de Cristal (o marfil), en la que parecía vivir el poeta J. R. Jiménez, un excéntrico, término con el que hemos denominado a personas con autismo o TEA. —Podría hacer pensar que estoy insinuando un autismo en el poeta, pero la anécdota con la que conoció a su esposa Zenobia me impide dejar de reír y escribir un argumento.


La Torre de Marfil de J. R. Jiménez (1)

La Torre de Marfil de J. R. Jiménez (2)

(pincha arriba para más info)

El camino, la búsqueda, la experiencia es un puente en la docencia y creo yo que no podemos ir a la escuela sin pasar por él, o yendo por otro camino, el del aséptico científico empírico, olvidando el lado humano en la docencia. Eso es precisamente lo que tiene de bueno el Proyecto Tomillo, visto en El Pulso al Fracaso: no dejar a nadie atrás. Makárenko, pedagogo soviético, por ejemplo sacó de la delincuencia y el olvido a sus alumnos, un éxito que nadie se esperaba, más allá de su enfoque pedagógico ideológico y centrado en una doctrina comunista. El principal aporte de una de las profesoras de Tomillo es curiosamente lo importantes que son para el aula las aptitudes y el alumno en su complejidad que un simple currículo; fallando, supuestamente, o cojeando mejor dicho, en esos puntos 1 y 2 de la LOE, estáticos, frente a la importancia de las otras once, que conectaban al alumnado con el profesorado. Aun así, creo que esos dos puntos se daban en una vertiente personal que era necesaria. Principalmente porque en el vídeo corto no se contemplaban los orígenes sociales y los problemas derivados de la marginalización. ¿Cómo dejar en la estacada a algunos de los miembros de la sociedad, en sentido holístico que planteaba, si mañana serán el problema? ¿Cómo querer ser equitativo si la igualdad de oportunidades no existe?



Esto último lo dejo a colación de un artículo reciente de un sociólogo, César Rendueles:

«Lo que respondería a esas personas es que la meritocracia les está dando gato por liebre. No es un sistema de recompensa del esfuerzo sino de legitimación de los privilegios heredados. En España se puede predecir con bastante exactitud los resultados académicos de un niño sencillamente conociendo su código postal. La meritocracia no sirve para incrementar la movilidad social, al contrario, bloquea esa posibilidad para la mayoría.»[1]

Él cuestiona que el liberalismo pueda ofrecer esa meritocracia que tiene por bandera y se acerca al socialismo en una libertad social, concedida por la equidad e igualdad social. Para que exista ésta deben de darse los condicionamientos materiales en los que la sociedad se pueda dar una verdadera equidad, como planteaba después con los salarios de un fontanero y un ingeniero. No es una libertad ingenua y negativa que da hasta un supuesto margen de posibilidad, sino una positiva y cuestionadora en donde hay que intentar llevar esos presupuestos de forma práctica y conseguirlos.

«La igualdad nos ayuda a entender que la libertad es algo complejo que tenemos que ir descubriendo con la ayuda de los demás, nos ayuda a descubrir en qué consiste ser libres.»[2]

No hay fes, no hay doctrina, sino verdadero espíritu crítico. La técnica de la pedagogía, la ingeniería de la pedagogía.

La nueva educación ha de crear ciudadanos nuevos, pero ha de crearlos sin dejar a nadie por el medio o por el camino. Cualquier mundo nuevo ha de empezar por los primeros escalones, como sucedió con la educación en el s. XIX ofreciendo la escuela como oportunidad de esa supuesta y fallida meritocracia igualitaria. La escuela es posible, se quede ya pequeña. Empecemos por hablar de enseñar y aprender a cuestionar, a preguntar y debatir, luego ya seguiremos con el resto de los ladrillos, o las cristaleras en donde se ha de ver el hombre frágil ante el mundo. Porque tenemos que salir al abrumador mundo lleno de incógnitas, hoy días lanzadas desde el cosmos que por el mundo conocido de nuestro planeta, a través de las radiaciones de fondo que hacen de eco del Big Bang. —Y digo eco, metafóricamente, por el casi desconocimiento del porqué, cómo, si es que podemos hablar de un cuándo, y lo que supone. Casi se parece a un mito de la caverna, una explicación metafórica para comprender esa sombra de mundo oscuro que no podemos ver.

Comentarios

  1. Bellas y acertadas reflexiones, amigo. Como historiador de la música me ha tocado especialmente por la transversalidad que tienen tu especialidad y la mía, la cual no creo que se vea especialmente reforzada en el curriculum educativo. También me ha gustado la reflexión sobre esa educación como la entendían los griegos, por desgracia ahora menoscabada por el cortoplacismo y el utilitarismo de esta sociedad ansiosa. No se nos da tiempo para aprender a amar el saber o, simplemente, para mirar al paisaje dejando volar la imaginación.

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    1. Muchas gracias Rubén. Todo lo que tú dices concuerda con lo que pienso. Nada más puedo añadir. Gracias por pasarte. Un abrazo¡¡¡

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