Vivo una realidad paralela de esta Finlandia
Vivo una realidad paralela de esta Finlandia
La situación de nuestra educación es evidente, tiene una
relación con la Historia. La división autonómica actual no ha existido hasta no
hace demasiado tiempo, pero las diferencias regionales en el estado
centralizado decimonónico siguen presentes. Eso hace comprensible que Castilla
y León no esté en los mismos baremos que Andalucía. Eso en los dos artículos
que voy a citar no parece tan evidente, y resulta capcioso.
Voy a comenzar a analizar el primer artículo, el de Susana
Escribano del día 5 de septiembre de 2017. En este análisis encontramos una
simple rendición de cuentas a nivel de estadistas: menos pérdida de población
estudiantil (escolarización) y una continuación de un modelo educativo que se
valora bueno. Parece a todas luces, por los datos, que el de Castilla y León es
exitoso, al menos con respecto a la situación nacional. Me resulta un intento
de complacencia con respecto a la educación castellanoleonesa. Hay un punto de
este artículo en que se cita a la autoridad competente, al concejero de
educación, Fernando Rey, y es precisamente en su análisis (interno) donde hace
una apología de la educación, encuentro una cuestión que me enerva, por el modo
en que lo expresa:
«Por una razón de justicia, pero también de
inteligencia, porque un chico que fracasa en la escuela está llamado a depender
de los salarios públicos y de las ayudas sociales. Me niego a que Castilla y
León sea una tierra en la que la pobreza se herede»[1].
Aquí observo dos puntos importantes y deleznables: primero
asociar el fracaso educativo con la dependencia económica y, encima, una
asociación con una especie de lumpen que no consigue los resultados. Mantiene
la idea de la beneficencia feudal: que el sistema de protección social estatal
es una «paguita» o, mejor dicho, una forma de mendigar. Esta concepción lastra
toda la organización autonómica, fundamentada en una percepción de rancio
abolengo, casi de cristiano viejo. Se olvida, obviamente, los problemas dentro
y fuera del aula, y creo que le da igual. Cuando se niega a que Castilla y León
sea una tierra que se herede la pobreza no tiene únicamente que ver con la
Educación, además, pero apunta a los resultados académicos con pobreza como
único elemento de ésta. Este estigma es un grave prejuicio, no tanto como el
anterior, pero combinado es una terrible concepción educativa. De primeras
porque se da a pensar que quienes no triunfan en el modelo educativo o en la
escuela ha de convertirse en una lastra de pobres paniaguados… Deleznable hasta
decir basta.
En el otro artículo de Antonio G. Encina, dos años antes, se
hacía un análisis comparativo de la Comunidad con el resto. En esta
comparativa, Castilla y León sale de las mejor paradas y precisamente remarca
que el sistema autonómico, desde su inicio, iba a ser un factor de
diferenciación a todos los niveles, como lo demuestran unas afirmaciones del
texto. Con la historia educativa detrás estaba claro que iba a ser así, más aún
por las diferencias regionales encontradas de un anterior modelo centralizado. Una
de las comparativas voy a destacarlas: «Al fondo, con unas cifras de rendimiento
impensables aquí, aparece Andalucía.» Estas ideas que se pergeñan en el texto
son claramente capciosas y descontextualizadas. Yo me he encontrado una clara
diferencia educativa entre mi pareja, de Granada, y yo que he crecido entre
Valladolid y Palencia. La cuestión es que muchos de los lastres que tenía mi
pareja tenían similar raíz y contornos idénticos a los míos en Castilla y León.
Problemas a nivel de lectura y compresión lectora, falta de conocimientos
teóricos en distintas materias donde no tuvimos éxitos (fallas del sistema y
fracasos escolares).
Esta lectura de un Norte frente a Sur, Castilla frente
Andalucía me recuerda más a prejuicios y enfrentamientos infantiles y pueriles.
¿Acaso en Valladolid no han cerrado gran número de librerías y locales
culturales, y Granada ha conseguido por turismo y un ambiente universitario y
cultural tener un contorno que envidiaría la ciudad castellana? En Granada ha
habido varios, y concatenados, Premios Nacionales de Poesía, la Universidad de
Granada y otras andaluzas destacan entres las universidades nacionales… ¿Quizás
no es un problema en gran medida de las condiciones económicas y sociales? No parecen
tan evidente la diferencia de la estructura socioeconómica urbana y rural de la
zona norte-sur. Mientras en el Norte existe una pequeña propiedad rural y la
pobreza se contiene a través de una sociedad conservadora y familiar, con una
mentalidad ahorradora y menos social que la sureña, enfrente, en cambio, en
Andalucía hay una fuerte protección social pública en una sociedad muy desigual
donde dominan grandes terratenientes en el rural y una economía turística de
trabajos, como no diría el ministro, de mierda… —No me gustaría decir palabras
finas en esto. Lo siento, pero a lo mejor esa definición hubiera traído menos
cola en el Congreso.
Habría que considerar esta frase:
«O lo que es igual. Un alumno de 15 años de Baleares,
Andalucía, Murcia o Extremadura, que se encuentran por debajo de la media
española en Pisa, estaría en Castilla y León un curso por debajo por su nivel
de conocimiento.»[2]
Estos datos hay que ponerlos en
contexto como hace luego Jaime Focel Gil en la siguiente entrevista. En este mismos
artículo se nos ha mostrado una evolución del analfabetismo: éste es mucho
mayor en el Sur, y sobre todo en Andalucía y, más aún, en la Andalucía
Oriental. La evolución educativa con respecto a Castilla y León habría que ser
comparada con estos datos y la evolución general nacional. Por no hablar, esa
hipotética presión de Castilla y León podría hacernos preguntar: ¿y si ese
nivel diferente interregional también habita en la CC.AA., en un alumno que
queda atrás en su escuela o con respecto a sus compañeros de otra parte de su
provincia o comunidad? ¿Cómo se soluciona el nivel en ambientes y
circunstancias desavenidas? Porque eso también es importante.
Según el propio artículo el éxito del modelo educativo
castellanoleonés-finlandés es la adaptación a la dispersión y despoblación
territorial; una exigencia curricular; las políticas de convivencia; y la
mejora continuada de los resultados. Me resulta este análisis, con perdón, un
aplauso a sí mismo, ya que he visto en persona que eso no se cumple en mi vida
personal. Yo he vivido en un pueblo y una ciudad: no es lo mismo un pueblo del
norte de Palencia a una capital vallisoletana. Como dije en la primera entrada,
faltan recursos y hay una gran precariedad de sus profesionales. Hay un agujero
enorme. Luego la exigencia curricular es también un problema cuando los alumnos
no consiguen adaptarse al nivel… De ahí probablemente el gran tema del fracaso
escolar que apunta Jaime Focel. Las políticas de convivencia, no sé si refiere
al entorno educativo, o al de la familia. En ambos apartados he vivido una
completa realidad paralela. Con este artículo me siento extranjero en mi propio
lugar.
Por último me parece más realista y acertado el análisis
encontrado en la entrevista de Jaime Focel Gil. Aunque no estoy de acuerdo con
el hipérbole de la Finlandia castellanoleonesa, sí puedo ver y comprender lo
que dice, resumido en: «Estamos donde tenemos que estar por nuestro nivel
socioeconómico». Y en verdad, Castilla y León tiene una base muy buena a pesar
de sus grandes dificultades: que también me pregunto si es más por sus
profesores y condiciones materiales y sociales que por sus administradores
políticos, como intentaría vendernos algunos artículos.
Marca varios puntos importantes y en otros discrepo. Uno de los que mayor acierto es el problema de la Guerra Civil y la brecha entre el s. XIX y la ley del 70, viendo cuánto costó la conformación de una educación gratuita, general y de calidad. Otro punto que ha aportado y me parece interesante es el problema de la educación concertada, dando más dinero a una serie de alumnos con un nivel socioeconómico mayor, recortando recursos a entornos que más lo necesitan… En cambio, se centra en el análisis a la falla del medio educativo en la educación femenina, que en otros tiempos fue central: me pregunto qué pasa con los padres, los varones. Precisamente hoy es el tiempo del debate de la conciliación, de la educación de género y la equidad en los roles familiares, donde la mujer ha sido una subordinada… Sería el momento de plantearse de crear una idea de educación y familia más sana para sí misma.
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