Un proyecto idealista
Un proyecto idealista
Cuando hemos empezado la actividad como centro docente,
hemos tenido claro que teníamos que repartir asignaciones-roles y, aun así, a
partir de ahí, crear un proyecto docente en común, siendo más bien fácil. Por
unanimidad hemos elegido un centro público, y precisamente todos pretendemos
llegar a la docencia, seguramente por oposiciones a la educación pública. La
elección nos ha salido con facilidad y posiblemente compartimos valores, otro
asunto es la realidad. Hay que tener en cuenta el idealismo de ese proyecto, y
la realización de este proyecto, por nuestro profesor o en el futuro por ley, es una obligación para mostrarse ante el
público. Al final también somos lugar de trabajo que proyecta su idea de escuela. De ahí esos valores y lemas.
En nuestro grupo hemos conseguido fácilmente establecer
esos valores y principios en la lista que los jóvenes valoraron, aun con los
debates que teníamos sobre ellos. Hemos ido asignando teniendo en cuenta lo necesario que era y es la cohesión para
aquella meta (la realización de esta labor de clase), y quizás tampoco hemos
cuestionado el fondo de éstos, por falta de tiempo; sí que, en cambio, hemos planteado
que los conceptos de la encuesta eran debatibles y nosotros teníamos que movernos
en ellos por obligación. Los valores que establezcamos como estudiantes (el cargo
que ocupé), profesores, director, jefe de estudios, representantes, padres,
etc. no serán los mismos que podremos durante nuestras propias
clases.
En este debate, en la realidad, sería muy difícil; más
todavía, cuando se plantea un modelo que pretende replicar a la democracia
representativa, donde algunos cargos toman de forma orgánica el rol de una
parte de la población, a veces no de forma proporcional. —Históricamente el
parlamentarismo, liberal y de origen inglés, que no leonés como dicen algunos
regionalistas trasnochados, tiene su raíz y evolucionaron de los viejos
parlamentos y cortes feudales, donde se representaba a las élites de cada
estatus: ciudades, nobleza y clero—. Por ejemplo, los alumnos generalmente acaban
por tener un papel menos activo por su condición de menores de edad. Al final hay una jerarquía clara dominada por el
director y jefe de estudios, luego los departamentos, etc. hasta el alumno que
acata… La praxis se aleja de la
realidad, y precisamente tiene que ver con la perspectiva del modelo educativo
(y democrático-político).
Por otro lado, otro asunto que no hemos podido tratar es
cómo transmitir esos valores pactado con nuestras asignaturas y departamentos.
Para crear esa coherencia de nuestro proyecto educativo habría que trasladar
estos principios a cada uno de los ámbitos de la docencia, repartidos por
asignaturas, tutorías, clases… Esto lo veo complicado, ya que la práctica
muestra que hay una falta de coherencia interna y comunicación, más allá de
horarios, en ámbitos educativos tan grandes como las propias Universidades.
Esto da a debate porque no todos los centros son iguales: más grandes, más
pequeños, con educación primaria y secundaria unidos, con o sin Bachilleratos,
con distintas FP o sin ellas, con recursos bibliotecarios y electrónicos, etc.
En el entorno hemos decidido un barrio de la ciudad de
Valladolid: en eso, podemos hacernos una idea de qué tipo de centro podría ser:
seguramente con FPs, con Bachillerato, medios electrónicos, pero experiencias
muy distintas según el barrio. La realidad será distinta, y, según la nota de oposición y disposición de
vacantes, podremos ir a un centro cuya elección es muy limitada. No elegiremos proyecto, ni elegiremos (nunca) a los alumnos, ni elegiremos las directrices dictadas por los Departamentos. Esto condiciona mucho la vida del profesor, sus alumnos e
incluso al propio proyecto, que si se integra por profesores que no son
estables, al final será frágil. Nosotros hemos decidido como si fuéramos un
centro estable, pero los alumnos varían: yo represento a un grupo de un año… La
adaptación es de gran importancia para esta experiencia educativa. —Un ejemplo
es que elegimos muy alto el valor de la salud,
posiblemente por la influencia del Coronavirus.
Pero aun cuando sea un centro estable, buenos medios, coherencia
interna, la práctica llega a conflictos o divergencias. Pensamos que podríamos
compartir valores, pero la ambivalencia humana, de la sique y la filosofía
personal, lleva a conflictos. Lo que creemos ver en un principio encontramos
una simple imagen. Nuestro proyecto, más en un mundo consumista, se ha
transformado en una construcción idealista para una comunidad, más compleja que
de padres, los cuales se creen el centro de esta comunidad —válgame el juego de
palabras—, cuando existe una conexión tan complicada como la de las neuronas
humanas. La participación es muy variable en esos padres; hay algunos que están
en plena comunicación con tutores y familiares, cooperan,
establecen vínculos, y hay quienes que a pesar de ello no conocen, en el fondo,
una realidad compleja y cosmopolita de un barrio y de una ciudad, o incluso un
pueblo o región. Otros, solamente están para cuando les llegan los niños, o
para reclamar esas notas estupendas de sus hijos.
La complejidad orgánica de un centro es muy mutable. Yo puedo establecer un proyecto coherente con un profesor, pero luego pensar que es una persona que no tiene siquiera capacidades como profesor ni como persona, ora por la práctica del aula, otrora la relación con los compañeros. Esto pasa con familias y alumnos. Eso no se elige, viene dado: como tantas cosas de la realidad, pero somos bastante idealistas y soñadores que creemos en una Libertad un tanto envilecida y banal. En ese sentido debemos saber gestionar igual nuestro proyecto docente ideal que el de nuestra práctica, ya que hemos puesto como valor de nuestro centro docente el practicismo. También entre alumnos, pues ahora mismo somos alumnos, y podemos tener cierta empatía hacia esos alumnos que tenemos: un compañero no nos resulta grato o le tenemos amistad, tenemos complicidades o dificultades. Eso supone un problema, que hay que solucionar. Las soluciones. Como en la ciencia, un problema supone buscar soluciones. La cuestión es que estamos continuamente parcheando el tejado, cuando se nos va a desmoronar de los pilares hasta la base.
Y esto está imbricado en qué sociedad somos y en qué sociedad queremos ser.
Me pregunto si existe un proyecto docente perfecto, que tenga en cuenta a todo alumno y entorno. Sería soñar demasiado, y como decía Machado, es bueno soñar, y mucho mejor, despertar después del sueño. Así, un poco como esto. Soñar para despertarnos, y despertar el sueño de nuestros jóvenes.
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