¿Quién soy? - Una Experiencia Educativa

¿Quién soy?

Antes de empezar con mi primera aportación quería hablar un poco de mí. Me llamo Samuel, tengo 27 años y vivo en un pueblo del norte de Palencia, Herrera de Pisuerga. Nací en Valladolid y me crie allí hasta los once, cuando me mudé. He cursado el grado de Historia en la UVa y el máster de investigación de Europa y Mundo Atlántico. Actualmente curso este máster con el propósito y deseo de opositar en Andalucía e irme a vivir a Granada. Desde los dieciséis empecé a escribir relatos y poesía y sigo en ello; en mi blog La Caída de Ícaro, voy publicando algunas de mis creaciones. Además, recientemente he creado otro blog La Ínsula de Barataria de divulgación histórica, y en RR.SS. suelo estar creando hilos sobre picaresca, mi tema de TFM.


Una experiencia educativa

¿Quién soy yo? Ese yo está marcado por mis circunstancias, personales, pero sobre todo por quién soy dentro de la sociedad. Mi nombre me lo dieron mis padres, Samuel, e incluso me legaron mis apellidos. Siguiendo el esquema de sociedad aristotélico, la familia ha sido el principal pilar de su construcción y de ella nacieron las construcciones sociales, y ha sido puesto en tela de juicio desde Marx y Engels. Pero, más allá del modelo o la existencia o no de la familia, a pesar de intentos por eliminar la influencia de las cadenas familiares, ese intento de búsqueda de libertad eliminando sus cadenas, también ha mostrado cómo se sigue ligado por una familia extensa, rol en el que actúa la sociedad cercana, y a una aldea a la que se está ligado, a la sociedad a la que se pertenece. Cuanto más se libra de las raíces desde abajo encontramos el árbol formado por estas enredaderas.

La escuela y el sistema educativo es una de las principales herramientas para esta construcción llamada sociedad. En la Educación Prohibida encontramos cómo ésta está ligada a un modelo prusiano, militarizado, jerárquico, que usó la industria capitalista para prefabricar a esos futuros trabajadores-soldados, mientras se planteaba como un ideal ilustrado para obtener un espíritu crítico, que muy probablemente no va a obtener en el fondo. El fracaso de esta educación está siendo cada vez más evidente a la vez que su éxito frente al modelo anterior, o en realidad, al no modelo educativo (estandarizado) pretérito del s. XIX… El analfabetismo se está erradicando, el conocimiento está cada vez más a mano por las nuevas tecnologías y hay cada vez población más y mejor formada. La cuestión no es si es necesaria la educación, si no que la forma de educar no está bien orientada.

Mis experiencias han sido por lo general malas, aunque he de decir que las buenas siempre las destacó sobre las malas, ya que me sacaron de, precisamente, una cadena, una burbuja emponzoñada. Siendo un niño tuve un ataque y de él sufrí problemas de sicomatricidad, logopedia y además padezco un tipo de autismo, TEA. En la escuela primaria, durante mi primera experiencia, obtuve recursos en gran medida gracias a una logopeda, pero en cambio por una falta de diagnóstico médico se me crearon graves problemas en el entorno escolar: mi mala experiencia sociabilizando hizo que mis médicos me dieran risperdal, con el cual sufrí enormemente, dejé de querer ir al colegio, aumentaron mis deseos de estar en contacto con otros y a la vez un terror que me provocaba diarreas y estados de debilidad. Por otro lado no sabían aún que padecía un precedente de diabetes y que no sé, a día de hoy, bien si pudo ser causa de este ataque, ni tampoco se conocía si padecía un Síndrome de Asperger. Era un niño débil y frágil, con problemas serios de aprendizaje, y aun así destacaba en materias muy diversas gracias a mis profesores e incluso mi propio impulso, pero las que eran manuales me eran imposible.

El fracaso con la medicación y mi sociabilización nunca tuvieron repercusión: mis problemas médicos nunca fueron relacionados con la comunidad educativa, y los médicos no conocían qué me imposibilitaba una correcta adecuación en la escuela —porque no estaban allí, observando como buenos científicos—. Esto se enmascaró con un pequeño triunfo mío: conseguir un grupo de amigos, y con ello conseguí integrarme, mejorar mis calificaciones… A veces el entorno marca. Y por ello cuando estos compañeros y amigos se convirtieron en mis verdugos por no entrar en su red de bullying, acabé siendo otro más: año y medio de pesadilla, fracaso escolar, y nada de apoyo escolar. —Esto se repetiría nada más comenzar la segunda experiencia, con lo cual hay un hilo de continuidad—. Aún recordaré las palabras de uno de mis profesores, mi tutor, diciéndome que mi acoso y mis agresiones eran «para que aprendas». ¿A qué? ¿Querían que aprendiera que era un producto fracasado? Su modelo de educación había fracaso y yo era la muestra, a la que había que eliminar.

Eliminado el problema y yéndome a otra residencia, la segunda experiencia educativa resultó ser igual de incierta y marcada por lo mismo: éxitos y fracasos nunca admitidos, continuación del bullying, y atrincheramiento. En esta segunda experiencia me fue negada toda ayuda, porque según la burocracia de mi nueva vivienda, en un pueblo de la Montaña Palentina, no tenía ninguna necesidad. Volvemos a una relación médica y educativa incapaces de resolver el problema. La adolescencia es dura, pero resultó un infierno el día a día, aislado y cada salida al mundo, el escolar, el único —o casi, estaba la fantasía cibernética y de los videojuegos— en un pueblo pequeño, suponía vejaciones e insultos. Un profesorado hastiado se mostraba condescendiente y únicamente preocupado porque ‘no trabajaba’, o ‘no valía’. Únicamente algunos profesores consiguieron sacarme del ambiente pérfido del acoso continuado, pero nunca consiguieron satisfacer mis problemas educativos, emocionales, sicológicos, etc. Esos grandes profesores que lucharon por mí nunca recibieron esa valoración, nunca pudieron satisfacer ese deseo de solucionar mis problemas, y tuvieron más problemas que ayuda por parte de los demás. Si no contamos la universidad que me hizo respirar, tendría tres experiencias educativas distintas.

Pensamos que la educación es un lugar formal en que inculcar conocimientos, pero es también el espacio donde se crea la sociedad futura. Es un tópico, pero es la realidad, aunque hay que entender la educación como marco conjunto de escuela, profesores, familias, etc. Ya no hay un fracaso en el modelo educacional como marco hacia el futuro productivo únicamente: al igual que La Educación Prohibida, el documental en dos partes #Mitrabajomifuturo[1] explicaba bien la situación de crisis laboral, educativa e incluso la sensación de pesimismo social con respecto al futuro. El problema de ver la escuela como un espacio individualizado de la educación es un grave error. Es difícil ya conseguir ese éxito de la educación, como para incluso pegar el salto hacia la formación en la educación emocional que se está poniendo en la mesa. La educación española, en concreto, se está quedando cada vez más lastrada.

¿Cómo conseguir solucionar ese grave problema de que la escuela deje de ser esa cárcel, esa máquina de producir, etc.? Si yo he conseguido escapar de esta jaula que significaba la educación en el aula, ha sido por las trampas y la piedad de unos profesores que me daban por imposible en ese marco. A pesar de esas sensaciones, como dicen los compañeros el efecto Pigmalión, no han conseguido arruinarme; pero, en cambio, el peso de esas cadenas retumban en la cabeza como una música fúnebre. Mi experiencia, en sociedad y en la vida, me ha hecho darme cuenta que no se puede uno parar, bajar la cabeza y renunciar, sino luchar: frente a las limitaciones de mi TEA, frente a mis limitaciones sicofísicas, frente a mis limitaciones educativas (lastradas por el sistema). No quiero ser un mártir, ni siquiera un superviviente, quiero ser otro individuo en sociedad, a pesar de ella.

Comentarios

  1. Por tu trayectoria personal ¿crees que tendrás una mayor capacidad que el resto de tus compañeros/as para conectar o empatizar con el alumnado con necesidades educativas espáciales?

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