Sueños y pesadillas modélicas

Sueños y pesadillas modélicas

He hablado del modelo educativo con anterioridad, pero me presenta la duda de si habrá uno ideal. Cuando hemos estado contemplando los pros y contras de varios de ellos, como Holanda, Corea del Sur, Japón o Finlandia, se ha perfilado una conjunción clara: familia, entorno escolar y sociedad. Cuando solemos hacer reflexiones o ensayos me parece o tengo la percepción de que miramos al curriculum y al lugar de la escuela. El sistema educativo es visto desde una mirada del órgano central, el corazón palpitante, sin percatarse de los embriones y de los músculos y parcelas; es decir, sin el contexto, cual descripción dicotómica, en la cual el corazón es visto sin las venas, sin la sangre, sin los otros órganos siquiera del sistema completo…

A pesar de que pueda ser capcioso o no el primer documental que vimos durante la sesión de clase sobre Corea del Sur, hay que decir que el comentario del compañero «esto es una sociedad esquizofrénica, y estamos cerca de acercarnos a ella» me parece un resumen de la percepción que da la sociedad coreana y parcialmente la japonesa, que entienden las notas como un medio y no como una forma de conseguir el resultado, el conocimiento, suponiendo que las notas sean el único instrumento valorativo. 

Como dijimos, este modelo educativo no es consecuencia directa de la educación pública sino de la presión social: una mentalidad e ideología ultraliberal y competitiva cuyos resultados podrían ser óptimos para una fábrica, no para una sociedad plena o actual de servicios y robotizada. En esto seguiré adelante, aunque esta idea no es muy distinta del ideal de triunfo escolar occidental. Es precisa y plenamente patente el clasismo que hay detrás, reflejado de forma humorística y oscuramente en Parásitos (2019): una reflexión por el enfrentamiento de clases y la picaresca (en su sentido casi de la época del Siglo de Oro).

Durante mi aportación en clase repetí lo que expreso en mis antiguas entradas, lo que concluye el documental #MitrabajoMifuturo: las máquinas nos van a ganar porque en lo suyo, lo repetitivo, lo mecánico, lo incansable, es imposible de vencer —ya lo demostraron al fracasar los luditas—. Aquí vemos de nuevo la dualidad existente entre economía y trabajo, educación y modelo educativo. Trasladar lo que iremos a ser en el futuro al entorno educativo. También no deja de ser este modelo una evolución de una Corea tradicional que salió muy recientemente del Antiguo Régimen, del feudalismo y la concepción jerárquica de la sociedad, donde Corea del Sur y el Norte, ya comunista o liberal, se ven de igual forma, así como lo es China, lo es Japón.

No es extraño que España también si tiene un modelo social fracasado o cuanto menos inmunodeprimido…, su educación esté plenamente tocada. Por no hablar de las desigualdades territoriales, culturales y políticas, manifiestas en cada CC.AA. que aspiran a mantener su idea de identidad, siendo la Historia y la Lengua y Literatura, algunos de los aportes que mistifican este barniz, aun cuando es irreal, conservando la misma carcasa rota y descompuesta. Corea y Japón mantienen realidades educativas que se enlazan con estos mismos puntos. La educación está hecha para mantener la organización social que la construye, como el día 1 de octubre nos apuntaron en la otra asignatura del máster, Sociedad, familia y educación, esa misma sociedad que la mantiene...

En cambio, por otro derrotero van las sociedades finlandesas y holandesas. Parecen, a plena vista, menos exigentes y bonitas, aunque es una pátina: el fracaso de un grado de exigencia espartana como el anterior, como lo fueron el soviético exaltando la ciencia y el progreso técnico o lo es coreano que hemos visto. El cambio sustancial es la búsqueda del enriquecimiento personal y la autoexigencia, derrotero que desde mi punto de vista es el correcto, aunque no exime de las exigencias generales de una sociedad que necesita comer que decía Kropotkin en La Conquista del Pan. Apuntaba que para que la revolución triunfase ha de poder comer y tener los medios para ello: en este caso, para que todo se mantenga como está hace falta un pequeño cambio gatopardesco, que no es un cambio solamente de caras, sino tocar la superficie y no transformar el interior.

Al menos me parece que es el caso más claro de la sociedad holandesa, donde cuenta el coach, el modelo americano de Apple y de las grandes corporaciones, en las que se crean esos entornos similares a los de los obreros que hacían los patrones, en este caso con un ambiente de relajación para fomentar la mente y no la desidia con la que cansar la mente y hacerle creer al trabajador que ha de producir más, un distinto tipo de opio. —En La Mano Invisible de Issac Rosa se hablaba de cómo el enfado y ese cansancio ayudaban a la explotación de esos trabajadores manuales y mecánicos: no es casual—. Evidentemente, ese el modelo de la excelencia, de la perfección casi decimonónico; a los otros, en países como el nuestro, nos queda el de la práctica y la ordenación social. A cada cual, según su necesidad. A cada cual, según su trabajo…  

En verdad, el modelo más convincente a primera vista es el finlandés, el más exitoso: flexible, eficiente y exigente, etc. Claro: las condiciones de esa sociedad están en relación. Tienen una jornada laboral de seis horas, un Estado del Bienestar fuerte con impuestos altos, una Seguridad Social protectora, conciliación familiar, un sistema educativo coherente y pactado; además, la democracia está siendo apuntalada de abajo a arriba, en la que ahora las poblaciones pequeñas deciden en conjunto, a modo de asamblea, su futuro. La demopedia, la educación en sociedad y democracia, tienen un fuerte papel en este punto. Es este apartado en el que fracasamos en este país, aunque no es tan bueno en otros supuestos democráticos: EE.UU. funciona a través de una demagógica democracia, en el que cuenta la oratoria más que las ideas; en frente, por ejemplo, una Alemania técnica donde trasciende el cómo que el para qué, incluso sobre la misma idea de qué es más equitativo. Finlandia y las otras sociedades escandinavas destacan por una política de estabilidad y pacto, aun cuando la xenofobia rompe con este ideal —grandes partidos ultraderechistas han nacido antes que aquí en España—, y tiene que ver menos con la ideología que con el modelo de sociedad y mentalidad.

¿Hasta cuándo vamos a primar el cogerse del corazón y no usar un cuerpo en su sentido holístico, en conjunto, cada parte a parte, importando cada alumno y a la vez su conjunto de alumnos, la equidad y la eficiencia personal sobre la presión de grupo? Hemos estado pensando antes con el corazón que con el estómago, con el mismo músculo que tirar del brazo e incluso anulando las neuronas para tirar de linfa, hasta que el mismo corazón deja de ser lo que es y es un objeto muerto. Así, la épica pierde su sentido al hablar de la utopía educativa como enriquecimiento del individuo, y encontramos la triste y mísera realidad de un error colectivo, neurótico, egoísta, con una falsa demagogia colectiva en donde priman unos sobre otros.

Esto será la perfecta representación de una cárcel partera de caricaturas como el Profesor Unrat o El Ángel Azul, novela del hermano del Nobel Thomas Mann, Heinreich Mann. Un profesor de latín amargado de unos alumnos fracasados (cuando no él) que acabará en la alcoba de una mujer dedicada al cabaret, por envidia a un alumno suyo: el amor es la manifestación de una forma de vida errónea y visualización del lado ‘oscuro’ del ser humano patente en todos (lascivo, envidioso, celoso). Era esa misma pintura caricaturesca de un romanticismo fracasado, dignamente retratado por un George Grozs. Cuando no se quiere mirar al abismo, podemos no convertirnos en monstruos, pero al final el abismo nos va a traer y nos engullirá en la masa monstruosa que no entendemos del agujero negro. Eso pasará de alguna forma con los problemas y realidades de nuestra docencia. Quien quiera mirar al otro lado, que lo haga, pero luego no me gustaría escuchar el lamento por los años sin conocer mujer tan hermosa como la del profesor ‘Basura’ —Unrat en alemán—. La representación de un objeto de deseo ambivalente, que contiene o excita todo lo difícil, poco transparente, cuestionable, y también saca lo más radiante, interesante, novedoso.



Comentarios

  1. Hola Samuel, es una maravilla leer tus entradas, te explicas muy bien y siempre descubro referencias de libros o autores que desconocía que me resultan interesantes!
    Yo también pienso que las máquinas sustituirán el trabajo humano en gran medida. Aunque pienso que es imposible que nos sustituyan completamente ya que hay ciertas características que no pueden ser idénticas entre un humano y una máquina (o eso espero) Hoy en día, creo que ya estamos viviendo muchos de esos cambios en varios puestos de trabajo. Además, pienso que el modelo educativo da prioridad a esas características mecánicas repetitivas y estáticas ya que se refleja en los modelos de aprendizaje. Al final, el sistema está orientado a la educación basada en una mecanización del alumnado. Ojalá podamos cambiar estos problemas en nuestro futuro como docentes.

    Nos vemos en clase!



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    1. Hola Blanca.
      Gracias por pasarte de antemano. Espero que así sea, que me explique tan bien como dices, porque a veces pienso que me enredo bastante... Me alegra saber que te hago conocer libros y autores. Sí, pienso como tú con los robots, el vídeo que digo, del primer post lo explica muy bien. Pero las máquinas nos permitirán una revolución y un cambio en la vida del ser humano. Precisamente el documental va de Educación, así que te lo recomiendo¡¡¡
      Ya nos vemos en clase, que además me reclaman. Que ayer estuve todo el día pegado a los blogs para la última tarea...
      Un saludete de Samuel.

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